Identifican las zonas del mar profundo que corren un mayor riesgo por el impacto de la actividad humana

En el marco de Census of Marine Life, proyecto internacional en el que participa el Instituto de Ciencias del Mar del CSIC. El mar profundo cubre el 73% del océano, unos 326 millones de kilómetros cuadrados, de los cuales se conoce sólo lo equivalente a unos pocos campos de futbol.

 

Un pez nadando entre densas agregaciones del gusano tubícola gigante Riftia pachyptila de las fuentes hidroermales del Pacífico. Autor imágenes: Emory Kristof (National Geographic) y Richard Lutz (Rutgers University).Las montañas submarinas, los corales de agua fría, los taludes superiores de los márgenes continentales y los cañones submarinos, son los ecosistemas del mar profundo que mayor riesgo corren en un futuro a corto y medio plazo. Las mayores amenazas del mar profundo son la presión pesquera conjuntamente con efectos debidos al cambio climático y la acidificación oceánica, la contaminación química y la acumulación de basuras.

Eso es lo que se desprende de un estudio internacional ligado al proyecto Census of Marine Life (SYNDEEP), en el que ha participado el CSIC. El proyecto SYNDEEP ha estado coordinado por la investigadora del CSIC Eva Ramírez Llodra, bióloga en el Instituto de Ciencias del Mar de Barcelona.

La veintena de expertos participantes han realizado un análisis semi-cuantitativo de los impactos antropogénicos más importantes en el pasado, presente y futuro, que afectan a los hábitats de mar profundo en todo el planeta. Estos impactos están agrupados en tres categorías: vertido de residuos y basura, explotación de recursos y cambio climático. También han identificado qué zonas del mar profundo corren un mayor riesgo a corto y medio plazo, así como las mayores amenazas que pesarán sobre estas zonas en el futuro inmediato. Los resultados se recogen en un trabajo que se publica hoy, 2 de agosto, en la revista PLoS ONE.

El mar profundo es la zona del mar que va de los 250 metros de profundidad (cuando acaba la plataforma continental) hasta profundidades de entre 3.000 y 6.000 metros en las zonas abisales, y que pueden llegar a los 11.000 metros en zonas como la fosa de las Marianas, en el Pacífico.

El fondo marino profundo cubre el 73% del océano, una superficie estimada en unos 326 millones de kilómetros cuadrados en todo el planeta. “De esa extensión, tan sólo se ha muestreado biológicamente unas zona equivalente a unos pocos campos de futbol. Sabemos que hay biodiversidad importante y recursos que no se conocen, seguimos encontrando constantemente hábitats nuevos, organismos que no conocíamos... pero la industria va mucho más deprisa que la ciencia y la legislación requerida para garantizar su conservación”.

La minería submarina, entre las nuevas amenazas

En el trabajo, los expertos destacan también otras zonas que en el futuro tendrán una mayor presión a causa de la extracción minera submarina, una actividad que empezará a desplegarse a medio plazo. Según explica Eva Ramírez-Llodra, investigadora del CSIC y primera firmante del artículo, se sabe que hay depósitos importantes de cobre, níquel y cobalto en los nódulos de magnesio de las zonas abisales del Pacífico, de manganeso, hierro, cobalto, cobre y platino en las costras ferromanganosas de las montañas submarinas del Pacífico central y oeste, así como grandes depósitos de metales explotables (oro, zinc, cobre, plomo, cadmio y plata) en los depósitos masivos de sulfitos de las fuentes hidrotermales.

Los investigadores advierten que es en estas últimas, las fuentes hidrotermales, donde podría verse antes el impacto de la industria minera. “Es una extracción que ya es rentable. Hay empresas mineras que han hecho pruebas en Papúa Nueva Guinea y en un plazo relativamente breve van a empezar la extracción comercial”. Y aunque desde el inicio, investigadores, industria y legisladores trabajan juntos para hacer evaluaciones y minimizar los efectos medioambientales, se desconoce cual será el impacto real de esta actividad industrial en el ecosistema marino porque no se conoce bien todo el ecosistema ligado a las fuentes.

En el programa Census of Marine Life, investigadores de 5 proyectos han muestreado y estudiado zonas del mar profundo de todo el planeta durante diez años. La evaluación del presente artículo se basa no sólo en resultados del mismo Census, sino también en evidencias aportadas por trabajos anteriores.

Sinergias entre impactos antropogénicos

En el pasado, explica Eva Ramírez Llodra, el mayor impacto por parte del hombre era el vertido de residuos y basuras al mar, una actividad que está prohibida desde 1972, pero cuyas consecuencias siguen estando presentes en forma de toneladas de basura y plásticos, además de en los vertidos incontrolados desde la costa, ríos y barcos. A los científicos les preocupa especialmente la acumulación de plásticos en los grandes fondos, que se degradan en microplásticos y que pueden ser ingeridos por la fauna de profundidad: sus consecuencias son todavía desconocidas pero se prevén importantes.

Asimismo, existen evidencias de la acumulación de contaminantes químicos de origen industrial, como mercurio, plomo, o contaminantes orgánicos persistentes (como dioxinas o PCBs) en sedimento y fauna de gran profundidad, incluidas especies de interés comercial.

Actualmente, y debido a la disminución de recursos en aguas someras, la mayor presión a nivel global es la explotación, en particular la pesquera. En el futuro, sin embargo, se prevé que la mayor amenaza sea la acidificación de los océanos y el cambio climático, los cuales actúan a nivel global y pueden tener consecuencias importantes desde la superficie hasta los fondos abisales. Algunas de estas consecuencias son el aumento de la temperatura del agua - que puede provocar cambios importantes en la estructura de las comunidades faunísticas-, cambios en la circulación oceánica que oxigena los grandes fondos, aumento de la hipoxia, estratificación de la columna de agua y cambios en la acumulación de nutrientes.

Los autores prevén, además, que se den sinergias entre impactos antropogénicos, y en particular entre el cambio climático y otras presiones como la explotación de recursos, donde dos o más impactos actúan conjuntamente resultando en un efecto magnificado sobre las comunidades afectadas. El gran problema, explica Eva Ramírez Llodra, “es que se conoce muy poco de lo que llamamos mar profundo, lo que hace difícil evaluar el impacto real de la actividad industrial.”

Zonas en riesgo

Montañas submarinas: son estructuras topográficas aisladas que se alzan en las partes profundas del océano con más de 1000 metros de altura. Por su estructura, crean un cambio en las corrientes oceánicas de forma que en sus cimas se acumula alimento en forma de partículas orgánicas y zooplancton, lo que las convierte en un lugar donde prolifera una gran biodiversidad y biomasa. Desgraciadamente, sus fondos son dañados por las redes de arrastre.

Corales de agua fría: se encuentran en aguas con temperaturas de entre 4 y 13 grados C, pudiendo formar densos arrecifes o “jardines” de corales. A diferencia de los corales de aguas someras, no contienen algas simbióticas, ya que donde se encuentran no llega la luz del sol disponible para realizar fotosíntesis. Los corales de aguas frías son importantes porque su estructura compleja proporciona hábitat y refugio a una gran cantidad de animales del mar profundo, haciendo que crezcan comunidades de alta diversidad. Son ecosistemas especialmente vulnerables a la pesca por arrastre y a la acidificación del océano, ya que cambios en el pH del mar afectarían su capacidad de calcificación.

Taludes superiores de los márgenes continentales: el talud superior empieza a unos 250 metros, donde acaba la plataforma continental, y se extiende hasta 1.000-1.500 metros, según la profundidad máxima del océano considerado. El suelo marino en estas zonas es arenoso o fangoso y contiene una gran diversidad faunística. Estos fondos son también los más afectados por la explotación comercial, en particular la pesca, ya que contienen grandes reservas de recursos y la tecnología permite, hoy en día, explotar estas zonas rentablemente. Históricamente, estas zonas son las que han recibido mayor protección, pero se necesita un esfuerzo continuado para mantener una explotación sostenible y para conservar estos ecosistemas a largo plazo.

Cañones submarinos: son grandes estructuras topográficas que forman profundas incisiones en la plataforma y márgenes continentales de todo el planeta. Son hábitats importantes ya que modifican las corrientes locales y facilitan la acumulación de partículas orgánicas, e influyen en la estructura de las comunidades de organismos, en su diversidad y abundancia. El desarrollo de nuevas tecnologías permite que la pesca se adentre en estos hábitats de topografía compleja, los cuales se ven además afectados por la acumulación de basura y contaminantes químicos.

Fuentes hidrotermales: son volcanes submarinos que se encuentran en las dorsales oceánicas, donde se forma suelo marino nuevo. Las fuentes hidrotermales expelen fluidos a más de 350 grados Celsius cargados de metales, los cuales, al entrar en contacto con el agua fría del mar profundo, precipitan y se depositan formando las chimeneas de las fuentes hidrotermales. Estos hábitats han sido calificados como ‘oasis de los grandes fondos’, ya que gracias a las bacterias quimiosintéticas (que utilizan el sulfhídrico del fluido hidrotermal como fuente de energía) se genera alimento base necesario para muchos animales. Estas bacterias se encuentran formando mantos sobre las rocas, así como en simbiosis con muchos de los animales hidrotermales, caracterizados por adaptaciones específicas para vivir en un ambiente de fuertes contrastes térmicos y alta toxicidad de los fluidos hidrotermales. Muchos de estos animales son, además, endémicos y sólo pueden encontrarse en las fuentes hidrotermales.

Articulo de referencia

Man and the last great wilderness: human impact on the deep sea Eva Ramirez-Llodra, Paul A. Tyler, Maria C. Baker, Odd Aksel Bergstad, Malcolm R. Clark, Elva Escobar, Lisa A. Levin, Lenaick Menot, Ashley A. Rowden, Craig R. Smith, Cindy L. Van Dover. http://www.plosone.org/article/info%3Adoi%2F10.1371%2Fjournal.pone.0022588