El mito de Atapuerca

Un nuevo libro analiza el papel de la divulgación como legitimadora de ideas científicas.

Portada del libro Barcelona. El investigador del CSIC Oliver Hochadel ha publicado El mito de Atapuerca. Orígenes, ciencia, divulgación, libro editado por la Universitat Autònoma de Barcelona.

La obra, que acaba de llegar a las librerías, analiza cómo la divulgación de la ciencia acaba legitimando conocimientos científicos, a pesar de que estos últimos no estén totalmente comprobados o aceptados por la comunidad científica. Y lo hace basándose en un proyecto, el de Atapuerca, un ejemplo emblemático de unión entre investigación y divulgación científica: tan unidos están “que al investigar ya se piensa en cómo se va a divulgar”, dice Oliver Hochadel, historiador de la ciencia y científico titular en la Institución Milà y Fontanals del CSIC.

En ciencia no todos los hallazgos se pueden demostrar de forma concluyente. Y muchos resultados controvertidos pueden estar largo tiempo debatiéndose por la comunidad científica sin que haya una posición unánime. Pero la divulgación y la comunicación de la ciencia se han convertido, en muchos casos, en un inesperado agente para legitimar conocimientos, para que estos sean aceptados a nivel social antes de que la comunidad científica haya llegado a un acuerdo sobre ellos.

“Es un canal para poner ideas en marcha a nivel social, algo que no puedes hacer en un artículo científico de “peer-review”, explica Hochadel.  Así ha pasado antes en muchas disciplinas, apunta. Como la etología al inicio del siglo XX o la teoría de Gaia de Lovelock, que presenta nuestro planeta casi como un sistema vivo, ideas que circularon en los medios de comunicación en los años 70 y 80 antes de ser aceptadas en el ámbito científico. 

Los hallazgos de Atapuerca han adquirido una resonancia triunfal. En sus excavaciones se han encontrado la mayor acumulación mundial de fósiles de homínidos, y entre sus logros más relevantes se cuentan el más antiguo de Europa, el primer acto de canibalismo o lo que se ha considerado el primer regalo fúnebre del que hay noticia.

Sin embargo, la interpretación de algunos de esos hallazgos como evidencias de canibalismo o de los primeros enterramientos en la Historia, son muy controvertidos y aun no hay acuerdo entre la comunidad científica internacional. Tampoco lo hay sobre el estatus del Homo antecesor.

Lo llamativo del caso, apunta Hochadel, es que en España estamos en una especie de “burbuja”. Mientras que esos resultados controvertidos se discuten a nivel internacional, en España, el poder de la divulgación de los resultados a través de los medios y las redes ha sido tan grande que no quedan atisbos de ese debate.

Y es que en Atapuerca se ha levantado alrededor del yacimiento una industria de popularización del conocimiento que incluye libros de divulgación, documentales televisivos, exposiciones itinerantes, un parque arqueológico, su propio Museo, y una constante presencia, muy bien calculada y pautada, en los medios de comunicación españoles.  Una estructura que ha servido para lanzar el proyecto y validar resultados de forma muy eficaz.

El presente libro, con un conocimiento muy detallado de la historia de las excavaciones y de su relevancia científica, un riguroso planteamiento de fondo y una gran amenidad narrativa, cuenta la forja de ese proyecto y los mecanismos que mueven al saber científico en pos de un reconocimiento generalizado.

Oliver Hochadel (Bruchsal, Alemania, 1968), formado Alemania, Irlanda, Suiza y Austria  tiene como principal ámbito de investigación la interacción entre la ciencia y sus públicos a lo largo de la historia. Durante casi veinte años ha ejercido también como periodista científico.